Por Alberto D. Fraile Oliver
¿A que no tienes tiempo? No te preocupes, nos pasa a todos. Si analizamos el drama de nuestra sociedad y le vamos retirando velos, pronto nos daremos cuenta de que detrás de la última capa está la mercantilización de la vida y el tiempo. En el núcleo de la crisis que vivimos está el tiempo. Hemos puesto el dinero, una forma de medir las cosas, por encima de aquello que mide: el tiempo. Tiempo y dinero se han fusionado en un matrimonio perverso que nos está alienando y haciendo de nuestras vidas una línea gris y monótona que no satisface a nadie. Ponemos nuestro tiempo al servicio del dinero en lugar de ponerlo al servicio de la felicidad y, ni siquiera, los que poseen dinero tienen tiempo para disfrutarlo.
La vorágine competitiva en la que vivimos nos ha absorbido y los procesos humanos se han acelerado del tal forma que a todos nos faltan horas. Sólo hay tiempo para competir, producir y consumir, y aquellas tareas que requieren tiempo: la solidaridad, la calma, el descanso, el juego, la conversación, el amor, la contemplación, el estudio… se están extinguiendo. Corremos tanto que nuestras mentes hiperactivas ya no saben parar. Somos incapaces de responder a todos los estímulos que recibimos. Todos corremos de aquí para allá sin saber muy bien por qué. Perseguimos metas, hipotecas, ventas, objetivos, fama, reconocimiento… corremos detrás del dinero para llegar a fin de mes y, con suerte, satisfacer algunos deseos que no nos aportan felicidad.
Y cuando paramos ya no sabemos qué hacer y matamos el tiempo, olvidando que somos tiempo y si matamos el tiempo estamos matando nuestras vidas.
Mientras no recuperemos nuestro tiempo, estaremos jugando el juego de quienes nos consideran como meros productores-consumidores. El enfoque en los resultados nos ha hecho perder el arte de vivir, la vida como proceso, el desarrollo personal y la solidaridad.
Por muy rebeldes que seamos, por mucho que queramos cambiar el mundo, por mucho que luchemos por la libertad, si no recuperamos nuestro tiempo estaremos jugando su juego, un juego cuyas reglas están diseñadas para utilizar nuestras necesidades y deseos en nuestra contra. Tenemos que reaprender a vivir el tiempo, con sus ritmos y ciclos. El tiempo no es oro, el tiempo es vida. El tiempo no es un valor material, es un valor espiritual. El tiempo no son horas ni minutos, el tiempo son momentos en el presente. Tómate tu tiempo, recupéralo, deja que te acaricie. Es tu bien más preciado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario